En cualquier lugar la celebración del Corpus Christi es desde siempre una manifestación de ensalzamiento eucarístico, magnificando los actos piadosos, templos y el entorno por donde discurre la procesión. En Toledo puede decirse que se mantienen unos usos vinculados a la fiesta barroca y la transformación de los espacios públicos para escenificar determinados rituales religiosos o profanos. Así, mientras se van cubriendo las calles, en las paredes se disponen reposteros o colgaduras bordadas con escudos y motivos asociados a esta fiesta. En los siglos XVI y XVII los principales gremios y artistas se encargaban de levantar arquitecturas efímeras con telones y ensambladuras de madera que simulaban nobles construcciones en determinados puntos de la carrera. Hoy se mantienen arcos realizados con guirnaldas o hierro forjado ante alguna plaza sobre ciertas bocacalles. Guirnaldas, montajes florales, macetas, pequeñas imágenes en algún rincón, faroles, y luces ponen las sensaciones cromáticas. Dentro de esta transformación el suelo también recibe algunos cambios pasajeros como el echar arena húmeda antes de la procesión y un manto de tomillo y otras hierbas aromáticas que aportan su protagonismo al mezclarse con el incienso procesional.

Textos: Rafael del Cerro Malagón


Tweet