Con algunas semanas de antelación las calles por las que discurre la procesión se cubren de toldos a modo de largo palio que acoge la exposición pública y solemne de la Eucaristía. Los toldos, como alguien supone no son un elemento de protección para el sol o la lluvia, tienen un sentido litúrgico. En siglos pasados estos grandes lienzos, también llamados “cielos”, eran costeados por los gremios de tejedores y sederos. En algunos tramos las lonas, de reciente elaboración, contienen emblemas cardenalicios a modo de ornato. Su instalación puede recordar los usos marineros del izado de velas, pues es preciso desplegarlos, extenderos e subirlos hasta el punto exacto con el debido tensado y amarrado final de las sogas. Esta tarea explica que en varios edificios permanezcan, salientes, anclajes y ganchos encastrados en los muros durante todo el año, especialmente allí donde no hay balcones o rejas. Suficientes. Una tradición popular toledana asegura que cada año, invariablemente, en uno u otro momento, los toldos se deben de mojar por la lluvia, hecho que, en rara ocasión, se incumple