En agosto de 2016 la Plaza de Toros de Toledo cumple 150 años de existencia, evocación que viene promoviendo la Comunidad de Propietarios desde el pasado mes de febrero con diversos actos. Entre las iniciativas para reivindicar el coso como un espacio de convivencia cultural se incluyen las jornadas de puertas abiertas y la reciente adecuación de un espacio permanente para actos de todo tipo que también alberga una exposición sobre el origen del coso, el funcionamiento de la sociedad, las épocas taurinas y los acontecimientos vividos en su interior. En este contexto añadimos aquí algunos aspectos, quizá menos conocidos, de este edificio catalogado con Nivel de Protección Integral en el Plan de Ordenación Municipal de 2007.
La inspiración artística de la plaza
En los 276 metros lineales de su fachada exterior rige el sello mudéjar que empleó el arquitecto Luis Antonio Fenech, en 1865, con muros de mampostería y verdugadas de ladrillo según los usos de los antiguos alarifes locales en mezquitas, iglesias y conventos. Quizá le bastó mirar y ampliar la estructura del cercano ábside del Hospital de San Lázaro (1481), cuyo cuerpo superior, de planta semicircular, está resuelto con toscos mampuestos y una cornisa de canecillos escalonados bajo el saliente de la cornisa. Los arcos aplicados en las puertas y ventanas de la Plaza son de tipo califal a base de ladrillo visto, un acabado que, en el siglo XIX, aún estaba recubierto de cal en las mezquitas toledanas y en las iglesias de San Román, San Sebastián o Santa Eulalia entre otras más. Fenech parecía concluir que si la ciudad era mudéjar, el coso debería serlo también, tesis que defendería en 1896 Ángel Ganivet, en Granada la bella, al hablar del estilo que debería otorgarse a las nuevas estaciones de ferrocarril que iban surgiendo entonces en España.
Dos recuerdos
En la Plaza existen dos inscripciones dedicadas a otros tantos toreros. La más primitiva está situada en el interior de la barrera del tendido 4, no lejos de la puerta del patio de cuadrillas. Allí una tabla recuerda: «Francisco Verde El Tato. 28 de mayo de 1891». Y es que en ese lugar, el día del Corpus, un toro llamado Bebé saltó al callejón hiriendo gravemente a aquel novillero toledano que asistía como espectador al festejo en el que participaban, mano a mano,Rafael Molina Lagartijo y Gabriel López Mateíto; llevado a la enfermería el infortunado Tato fallecería poco después. La segunda inscripción, más visible, está en el pasillo general, junto a la salida del tendido 8. Una placa de mármol contiene un medallón con el perfil del torero, las cinco fechas que actuó en Toledo y un recuerdo: «La afición toledana a Manolete». Su última tarde fue el 17 de agosto de 1947, toreando entre Gitanillo de Triana y Paquito Muñozcon reses de Juliana Calvo, mostrándose contrariado por no ver llena la plaza, como comenta el cronista Clarito en sus Memorias. De aquella tarde toledana quedan imágenes gracias a la cámara del reportero taurino Francisco Cano Canito. Manolete actuaría después en Gijón, Santander y Linares, donde fue cogido mortalmente el día 28 de aquel mes.
En el patio de cuadrillas
Los prolegómenos del festejo y la salida de los toreros tras concluir su tarea se escenifican en un patio que, por lo general, ocupan apoderados, empleados, periodistas y algunos hábiles seguidores que logran estar fugazmente cerca de los protagonistas que componen los carteles. En este lugar se sitúa actualmente la capilla, con un cuadro con la Virgen del Sagrario, habilitada en una habitación contigua al paso abovedado donde se organiza el paseíllo. Al lado se reparten otras estancias como las cuadras para los caballos, algún almacén y la carpintería que, en otra época, fue la antigua capilla. En 1866 este lugar era el llamado «cuarto de los toreros», comunicado con el ruedo a través de un pasillo que discurre bajo la meseta de toril.
Una temprana fotografía
La imagen más antigua, que por ahora conocemos de la Plaza, la debemos a uno de los grandes pioneros de la fotografía en España: el francés Jean Laurent Minier (1816-1886). Su labor profesional comenzó en Madrid en 1856, viajando luego por varios lugares para crear valiosos álbumes y reportajes. De la ciudad de Toledo tomó más de doscientas vistas -reunidas en la web del Archivo Municipal de Toledo-, la gran mayoría datadas en la década de 1870, formado parte de ellas una serie de tipos populares captados en los alrededores del recinto histórico. En la clasificación original, insertada en un catálogo de 1872, con el número 669, aparecen retratados tres personajes ante una puerta de herradura con el siguiente título: «Mendiants à la porte d'un convent». Basta observar con atención para advertir que los mendigos no están ante ningún cenobio de la ciudad, sino en una entrada del coso toledano. Un detalle añadido es que uno de ellos se asoma en otras dos fotos más reseñado como «pastor» y «campesino». Todas estas imágenes, protagonizadas por figurantes con modestos atuendos tradicionales, se tomaron cuatro años después de haberse inaugurado la Plaza de Toros de Toledo en 1866.