En la cima de la plaza de la Magdalena se yergue el historiado torreón del antiguo Casino como la proa del Titanic que, si no hundido del todo, parece encallado y yerto sin haber logrado alcanzar 150 años de una singladura iniciada el 19 de marzo de 1866 en otro lugar de la ciudad. En realidad, desde finales del XX, la entidad ya mascaba el cierre que acaeció luego en el primer lustro de siglo actual. Vistos los apuros de aquel viejo paquebote para continuar navegando, la tripulación, es decir, los escasos socios existentes, acordaron amarrarlo y proceder a su desguace físico y estatutario. Antes de liquidar los últimos rincones del inmueble a un promotor interesado en él, los enseres se repartieron entre los societarios o se pusieron en pública almoneda. Los restos finales del naufragio que, al parecer a nadie interesaron, fueron algunos libros administrativos y documentos que guardaban la actividad social de épocas pasadas. Según hemos podido constatar, estos materiales de bitácora acabaron en un contender, entre cascotes y otros desechos de derribo en 2005.
La historia había comenzado el 8 de diciembre de 1865, en el número 8 de la calle de Santa Úrsula, en el domicilio particular del platero José Lara, donde, «con la aquiescencia de la Autoridad gubernativa se reunieron varias personalidades toledanas» para crear un casino (que se denominaría Centro de Artistas e Industriales) que ofreciese recreo e instrucción a los socios y sus familias. Una Memoria escrita por José Sancho Rodríguez, en 1916, detalla que Lara fue elegido presidente, así como los miembros de la junta directiva que se ocuparían de los estatutos y buscar una sede social que se halló en la antigua Fonda de Caballero -en el número 1 de la calle de la Sillería, casi esquina a Núñez de Arce-, estructura hoy totalmente modificada.
Allí se acoplaron despachos, salones y otras piezas que fueron inauguradas el 19 de marzo de 1866, día de San José, fijado como patrono del centro. El acto reunió a socios, autoridades y la banda del Asilo que, dispuesta en el patio, puso el fondo musical. Las intervenciones declamadas en aquella jornada aparecen en el periódico El Tajo de fechas posteriores junto a la descripción del local que incluía las clases dedicadas a impartir «aritmética, geografía, francés y dibujo lineal, de adorno, figura y paisaje, para educar a la juventud que allí desee instruirse».
A finales de 1870, el auge de la sociedad exigía ya otro domicilio mayor que se halló muy cerca, en la calle de las Cadenas, frente a la iglesia de San Nicolás, en un caserón del siglo XVIII de barroca portada. Bajo un arriendo anual de 250 pts., el casino funcionó aquí hasta 1883, pues el propietario prefirió acoger en ese momento, como mejor inquilino, al Banco de España que gustaba del inmueble para abrir su primera sucursal. Aquel tropiezo motivó una urgente solución.
Excluido un local propio, ubicado en la travesía de la Plata y utilizado como guardamuebles, se logró acomodar el casino en el piso principal del Café de los Dos Hermanos emplazado en la calle Nueva. En estos inciertos momentos, un socio, José Caballero y Santos, ofreció una propiedad en la plaza de la Magdalena 1, conocida como elCafé de la Manolita, por 25.800 pesetas pagaderas en doce años, más un arriendos trimestrales durante dicho período. Una junta general aprobó la oferta y la fórmula para allegar fondos: invitar a los socios a suscribir «un empréstito voluntario y reintegrable de 200 acciones de 50 pesetas», pagables en ocho meses. De inmediato respondieron 126 miembros, siendo el cuarto de la lista, el fotógrafo Casiano Alguacil, siempre ligado a la vida cultural de Toledo. En febrero de 1885 se hacía el traslado a la nueva sede, cuya entrada estaba frente a la portada de la iglesia de la Magdalena, ejecutándose hasta 1900 varias mejoras que articularon un soberbio salón y ricas estancias de perfil modernista como testimonian algunas fotos de principios de siglo.
Poco a poco, la entidad iría comprando otras casas contiguas hasta alcanzar el callejón de Lucio con el objetivo de ampliar el centro. En 1916, existía más de un millar de afiliados que podían disfrutar de baños y duchas, comodidades ausentes en la mayoría de los domicilios. En 1922, siendo presidente Ángel Conde Arroyo, surgiría la deseada expansión con un concurso de ideas, dotado con 4.000 pts., que ganó el arquitecto Felipe Trigo. La propuesta trazaba un nuevo cuerpo principal hacia la plaza de la Magdalena que luego, en el interior, entroncaba con la parte antigua del casino. La inauguración aconteció el viernes 16 de julio de 1929, viviéndose un concurrido acto barnizado por el orgullo de todos los socios y las fuerzas vivas locales.
En el verano de 1936, a pesar de la proximidad al Alcázar, mientras la nueva obra de Trigo permaneció en pie, aunque pespunteada por la metralla, el viejo núcleo, anterior a 1924, cercano a la plaza Horno de los Bizcochos, resultó incendiado. En 1959, con Jenaro Ruiz como presidente y una renacida vida social, se mejoró esta parte con un nuevo salón para teatro, cine y baile, además de una pista de verano en la azotea. Años después, en el tardofranquismo, la entidad también vivía su declive ante las nuevas forma de vida. Ahora los espacios eran alquilados y corregidos para albergar entidades bancarias, oficinas públicas, un bingo y otros usos previos a la definitiva venta del inmueble. Los últimos y escasos socios ya solo accedían por el oscuro callejón de Lucio a unas desangeladas estancias donde las tertulias giraban sobre el irremediable sepelio del Centro de Artistas e Industriales. Ahora, en marzo de 2016, la puerta principal, trabada con una ruda cadena, parece la entrada a un gran panteón civil que, de momento, sigue desierto y cargado de fría oscuridad.