En pleno corazón de Toledo se alza el edificio del antiguo Casino, o Centro de Artistas e Industriales, entidad que funcionó entre 1866 y su liquidación definitiva hacia 2005 y que, desde 1885, estuvo ubicado frente al templo parroquial de la Magdalena. Una Memoria escrita porJosé Sancho Rodríguez en 1916 detalla que este enclave tuvo continuas reformas para elevar el confort y agradar a los socios. Se logró agregar algún inmueble más y encargar al arquitecto Ezequiel Martín (técnico de la Diputación Provincial) un airoso salón central, nuevas galerías, una escalera de mármol y una elegante entrada situada frente a la puerta de la iglesia.
Hasta 1922 se adquirieron más casas asomadas al callejón del Lucio. Así se lograba un gran solar para albergar una ampliación que se integrase con la zona ya existente y, además, acogiera el acceso principal ante la plaza de la Magdalena. Para lograr estos objetivos hubo que conseguir una rectificación urbana de las fachadas y acudir a un concurso público de ideas que se anunciaba en abril de 1922, con un primer premio dotado de 4.000 pesetas y dos accésits de 1.000. En las bases se indicaba que el autor (por supuesto, un arquitecto) podía optar por el estilo que mejor estimase, siempre que fuese «sobrio» y «en armonía con las distintas construcciones que dan carácter a la población». Expuestos públicamente los bocetos en el mes de agosto, las páginas de El Castellano acogieron un animado debate entre «Platea» -favorable a lograr un edificio acorde con la modernidad- y «Juan de Filgueira», que prefería la tradición toledana para inspirar el nuevo casino. En el jurado participaron Luis Barber, ingeniero de Obras Públicas, Mariano Campos, teniente coronel de Ingenieros, y los arquitectos Ezequiel Martín y Juan García Ramírez. El 4 de diciembre otorgaban el primer premio a Felipe Trigo(lema Numancia) y dos accésits a Alfredo Jiménez Pérez (Por Toledo) y aJoaquín Muro Antón (Theotocopuli). Sabemos que, al menos, hubo otras dos propuestas más bajo los lemas Arquitectura y Petrus Petri, ignorando los nombres de los arquitectos que se ocultaban tras ellos.
Antes de iniciarse las obras, el ganador, Felipe Trigo y Seco de Herrera,titulado en 1920, informaba que, ante la dificultad de trasladarse a Toledodesde Madrid, donde residía y trabajaba -en aquel momento, lo hacía puntualmente con José Yarnoz Larrosa-, designaba como director a su colega Ezequiel Martín. Desconocemos de otros encargos que pudiese hacer en Toledo, aunque sí es posible ver algunos dibujos que tomó de la ciudad. Desde 1933 ejerció en el Ayuntamiento de Madrid. Tras la guerra civil intervino en la recuperación de la Casa de Cisneros en la plaza de la Villa y en diversos trabajos municipales como Arquitecto Jefe de la Sección de Construcciones. Entre 1939 y 1951 participó en las reconstrucciones de algunos poblados madrileños: Salud y Ahorro en el barrio de Usera, Cerro Bermejo en Carabanchel, Valdenúñez -también en Usera-, y en la Colonia Municipal Moscardó, en el paseo de Santa María de la Cabeza. Fue secretario general del Círculo de Bellas Artes y vicepresidente de la Agrupación Española de Acuarelistas, fundada en 1945, instituyéndose en 1957 una medalla con su nombre en el certamen «Temas de Madrid». Felipe Trigo falleció el 22 de enero de 1951.
El proyecto de Trigo dejó una esbelta torre y un cuerpo con cuatro niveles: el sótano, reservado a los servicios generales, y tres plantas superiores para acoger la portada principal, vestíbulos, el gran salón de fiestas y otras estancias que, en cada piso, enrasaban con la zona antigua situada hacia la plaza Horno de los Bizcochos. Estéticamente, las fachadas reunían matices góticos, platerescos y renacentistas. José Yarnoz, en noviembre de 1923, defendía el resultado del Casino de Toledo en la revista Arquitectura como «el más puro mudéjar», sin embargo, creemos que no fue así. Felipe Trigo sorteó esa inspiración medieval. No miró el mudejarismo local más sobrio como hizo Luis Antonio Fenech en la Plaza de Toros (1865), ni la mezcla historicista que aplicó Arturo Mélida a la Escuela de Artes (1882) o a un prolijo neomudéjar que desarrolló Narciso Clavería en la Estación de Ferrocarril (1913).
El Casino es fruto de un eclecticismo nacido de la llamada «arquitectura nacional» que, desde 1900, avalaban Urioste, Lampérez, Rucabado o Aníbal González como respuesta a las corrientes modernistas extranjeras del XIX. En este sentido, el Centro de Artistas e Industriales es coetáneo de más edificios encajados en dicha tendencia que realizaban otros arquitectos en Toledo. Recordemos que, entre 1921 y 1926, Jesús Carrasco Muñoz trabajaba en la ampliación de Escuela de Artes, otra muestra exteriormente ecléctica con un patio interior inspirado en las casas del XVI. También, en esta veta «nacionalista», nacían en 1929 dos edificios docentes: la Escuela Normal, alzada frente al paseo de Merchán, y el grupo escolar Santiago de la Fuente, junto a la puerta de Cambrón, ambas de Pedro Sánchez Sepúlveda, arquitecto del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. También cabe la cita de una nonata Estación de Autobuses, en 1933, aledaña al referido edificio de la Normal, proyectada por Severino Sánchez Ballesta con similar estilo.
Sin embargo, desde 1926, tres jóvenes arquitectos, Luis Lacasa, Manuel Sánchez Arcas y Francisco Solana, ejecutaban el nuevo Hospital Provincial, al lado del Castillo de San Servando, ejemplo de la renovación vanguardista, que ponía el contrapunto internacional en Toledo a las fórmulas más castizas que ofrecía el nuevo y flamante Centro de Artistas e Industriales inaugurado el 16 de julio de 1929.