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Toledo 13-10-2015

Hasta 1940 casi toda la población de Toledo residía dentro de las murallas, fuera quedaban unos barrios marginados y casi olvidados. San Antón era un núcleo de modestas casitas levantadas bajo el pago de un canon municipal como también ocurría en Solanilla, la carretera de Navalpino o el paseo de la Rosa. Sus vecinos solían trabajar en fincas cercanas o bien de albañiles, carpinteros, en panaderías, vaquerías u otros oficios de escaso jornal. Las mujeres atendían la casa, la prole o, con alguna hija, trabajaban como sirvientas. El agua, el alumbrado, el pavimento de las calles eran entelequias, y qué decir de la escolarización que, si bien desde los primeros lustros del siglo XX los alcaldes solían prometer, su ejecución, sin embargo, se hundía pronto en el olvido ante la falta de fondos asaces para este menester.[FOTOGALERÍA: La historia del colegio de la Vega Baja, en imágenes]

En el paraje de la Vega Baja, el más cercano a las murallas, el terreno ofrecía huertas, norias y varios cruces de caminos. Los canales de la Mina del Corregidor llevaban el agua del Tajo al paseo de los Canónigos, el Campo Escolar (impulsado por el profesor y edil Luis de Hoyos en 1906) y los márgenes del cordel ganadero del Guadarrama hasta la Venta de la Esquina. En este cercano paisaje agrario las primeras noticias para crear una escuela aparecen en abril de 1914, por iniciativa del gobernador civil Miguel Fernández Giménez, llegado al cargo en Toledo, en noviembre de 1913. En unos meses anunció a la prensa el deseo de crear dos escuelas para «los niños y niñas pobres», a fin de erradicar la mendicidad de los menores y aplicar la Ley de 1904 de Protección a la Infancia. Para ello encargó un proyecto al arquitecto de la Diputación Provincial, Ezequiel Martín, que estimó un presupuesto máximo de 30.000 pesetas para las obras que comenzarían en julio de 1914. La escuela tendría varios elementos: viviendas de maestros, un jardín, dos aularios separados por sexo, más los respectivos urinarios. El alzado era una sinfonía neomudéjar, tan del gusto de la época, como aún puede verse en la parte de obra realizada en el inicio de la avenida de la Reconquista, donde ahora se sitúa la Policía Municipal.

El gobernador buscó apoyos en el Ayuntamiento, entonces presidido por Félix Conde Alonso, otras instituciones y personas particulares. El 29 de junio de 1914, día de San Pedro, se colocó la primera piedra con un solemne acto oficial. Por la tarde hubo una novillada para recaudar fondos, actuandoEusebio Fuentes, Ernesto Vernia, Gaspar Esquerdo y Jaime Ballesteros,si bien, meses antes, Fernández Giménez había intentado celebrar un mano a mano entre Jose Gomez Gallito y Belmonte. Sin embargo, horas después de aquella celebrada jornada inaugural, la primera autoridad gubernativa dejaba Toledo para hacerse cargo del Gobierno Civil de Cádiz.

El 8 de noviembre de aquel año, la comisión encargada de proseguir las obras organizó otro espectáculo taurino benéfico con el niño Marcialín Lalanda(1903-1990) que toreó un becerro y sus hermanos Martín y Eduardo cuatro novillos. Días después unos aficionados ensayaban en el Rojas el juguete cómico El orgullo de Albacete para dar una función benéfica. El 15 de octubre de 1915 se anunció otro festejo taurino a cargo de Julián Cañedo -aristócrata,«sporman» y pintor- con la cuadrilla de Vicente Pastor y cuatro reses paraBlanquito y Belmonte II, que dejó una magra y mal administrada taquilla. Esto y el cansancio de gestores y patronos llevaron a dique seco las obras. En 1919 la escuela era aún un reducto inacabado en la Vega Baja, objeto de hurtos y foco de inmundicias, siendo durante más de una década una recurrente arma arrojadiza en los plenos municipales y desde las páginas de la prensa obrera.

En enero de 1928 el alcalde Fernando Aguirre solicitaba recursos al Ministerio de Instrucción Pública para concluir las obras, siendo revisadas en 1928 por la Oficina Técnica de Construcción de Escuelas. En abril de 1930, otro alcalde, Alfredo Van den Brule, trabajó para convertir las aulas unitarias en un «Grupo escolar» que, por fin, se abría en el mes de septiembre. En 1931 el Ministerio reconocía el nombre de «Grupo Escolar Fernández Jiménez» en recuerdo de su promotor, colocando el Ayuntamiento, un rótulo de cerámica que ha perdurado hasta hace poco más de treinta años.

La vida colegial quedó interrumpida por la guerra civil. Tras la contienda se volvió abrir, siempre con escaso alumnado, aun cuando, a partir de 1948, al lado, nacía la barriada de Los Bloques. A finales de los años sesenta renació como un parvulario del colegio Santiago de la Fuente (junto a la puerta del Cambrón) que acogió las urnas de algunas secciones electorales durante la Transición. Después de 1985, el antiguo y accidentado «Grupo escolar de la Vega» quedó vacío, albergando pasajeramente una consejería de la estrenada administración autonómica. Cuando regresó de nuevo a manos del Ayuntamiento el edificio, ya muy transformado en su interior, fue destinado a la Policía Municipal done allí prosigue.

Hoy, junto a los árboles del Campo Escolar queda la huella de un pequeño colegio que tardó más de quince años en abrirse a pesar de donaciones varias, tardes de toros o veladas teatrales para recaudar unas pesetas que mejorasen los escuálidos presupuestos que habitualmente se manejaron en este país para fines educativos.


Textos: Rafael del Cerro Malagón


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