Sobre la muralla que defiende la orilla derecha del paraje de Alcántara, hasta principios del XIX, estuvo el convento masculino del Carmen Calzado y el pequeño cementerio del Pradito de la Caridad cercano al postigo de Doce Cantos. En 1809 los frailes fueron desalojados por las tropas napoleónicas, destruyéndose el cenobio en 1812. En 1835 las leyes desamortizadoras sacaron a subasta el solar que adquirió el industrial José Safont, que lo permutaría con elAyuntamiento en 1864 a cambio de unos terrenos en la Puerta Nueva. Algunas fotografías del XIX muestran la capilla y la residencia carmelita hechas girones que eliminó el alcalde Díaz de Labandero en 1865 para crear un nuevo paseo. Una foto de Casiano Alguacil, fechada hacia 1880, aún recoge un pelado espacio sobre la muralla de Alcántara con las ventanas del antiguo convento cegadas por los escombros, siendo ya patente una cuajada arboleda en los años treinta del siglo XX. Entre 1970 y el 2000 el paseo del Carmen acogería el secular mercado del Martes, uso previo al de aparcamiento de coches. Desde 2014 es un lugar libre de vehículos, apto para el paseo y la práctica deportiva, aunque con escasa presencia de transeúntes ociosos o ágiles usuarios de las enjauladas canchas. Sin embargo, además de las huellas conventuales, las vistas al Tajo, las acacias, los puestos y los coches, el lugar ha tenido una estrecha relación con el uso de las aguas.
Bajo este paseo, en el siglo XVI, Juanelo Turriano ubicó su alabado ingenio para elevar los recursos del Tajo hasta el Alcázar, eso sí, ocultando las norias y cangilones dentro de unas escalonadas estructuras cerradas para defender la propiedad intelectual del mecanismo e impedir el «pirateo» de su proyecto. Es sabido que el técnico tuvo pleitos con la ciudad, creciendo tras su muerte los litigios de sus herederos, las dificultades para mantener en orden la maquinara y los gastos que aceleraron la ruina y el olvido. En el mismo paraje, tras la voladura de los últimos restos del artificio en 1868 -no sin los reproches de la Real Academia de la Historia-, se hizo realidad el proyecto del ingeniero López Vargas para bombear, gracias ahora a una máquina de vapor, los caudales del río hasta los depósitos de San Román, donde otro gran vaso ya acogía las aguas, de una indiscutible calidad, procedentes de la fuente del Cardenal, situada en Pozuela.
En los primeros lustros del siglo XX las aportaciones de este último venero resultaban insuficientes, buscándose, sin éxito, nuevas captaciones, por lo que se volvió a mirar al Tajo, aun cuando se sabía que sus aguas no eran plenamente salubres. Aprovechando que por el subsuelo del paseo del Carmen pasaban las tuberías de la Casa-Elevadora de 1870, se eligió aquel lugar para construir un nuevo depósito cuyas obras comenzaron en 1911. Hubo opiniones encontradas en el seno del Ayuntamiento, pues ciertas opiniones señalaban que no parecía lógico hacer una cisterna por debajo de la cota de la mayoría de calles, plazas y viviendas de Toledo. Como siempre, la pertinaz anemia de las arcas municipales, algunas modificaciones aplicadas y una ejecución poco feliz hicieron que la prensa local, en abril de 1914, ya denunciase filtraciones y que el líquido almacenado se destinase tan sólo para el riego del paseo de Merchán.
Desde 1948, con la traída de aguas del Torcón, Toledo dejaba de suministrarse del río, pasando al recuerdo el depósito del Carmen, lo que inspiró al entonces concejal, Jenaro Ruiz Rodríguez, para adaptar el reservorio, ya vacío, a las nuevas demandas de la población. En 1952 el arquitecto municipal, Flaviano Rey de Viñas, firmó un proyecto que incluía una piscina descubierta y unos baños públicos cerrados, cuyo presupuesto casi alcanzaba las 800.000 pesetas. En 1955 el concejal insistía en su propósito para que los toledanos mejorasen «su aseo e higiene, al mismo tiempo que a sus necesidades deportivas con la mayor comodidad posible y sin tener que hacer grandes desplazamientos». Para hacerlo viable, el proyecto se dividió en dos partes, por un lado la piscina (que no pasó del papel) y por otro los baños, que fueron acabados en 1957.
La piscina ocuparía los anteriores depósitos con un vaso de 26 por 8 metros, contando con un revestimiento de azulejos, escalerillas, trampolín, vestuarios, etc. Como quiera que la cota de baño quedaría casi a nivel de la calle del Carmen, el técnico ideaba abrir aquí una puerta de acceso para que los usuarios conectasen inmediatamente con la cuesta de Cervantes hacia Zocodover. Curiosamente, este último detalle coincide con la entrada habilitada para la escuela infantil que, finalmente, desde 1995 se construyó sobre los depósitos de 1911, de modo que su estructura exterior ha permanecido casi intacta, y parcialmente oculta por los árboles del paseo, hasta la actualidad.Aunque la piscina del Carmen no se llegó a ejecutarse, en 1956 los toledanos -las toledanas, tan sólo a ciertas horas de la jornada- podían nadar en la existente en el Campo Escolar, que entonces rentaba 15.000 pesetas anuales al Ayuntamiento. La atención deportiva de la ciudadanía miraba más entonces a las hazañas de Bahamontes,jaleando su chulería por haberse parado a tomar un helado tras subir la col del Romeyère y ser coronado como rey de la montaña en el Tour de aquel año.
Un brumosos recuerdo más. En septiembre de 1957, en los jardines bajos del Alcázar, el municipio ideó un -parque- con una pista de patinaje y una minúscula alberca infantil que tuvo una cortísima vida. Allí mismo, medio siglo después, se alza una piscina cubierta que vine a dar continuidad al protagonismo del agua en este rincón de la ciudad. Sobre la historia de los proyectados baños cerrados en los antiguos depósitos del paseo del Carmen, en 1952, no queda más remedio decir en este punto: continuará en la próxima entrega.