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Toledo 16-06-2014

El tramo del paseo de Recaredo que discurre entre la puerta del Cambrón y el puente de San Martín ofrece amplias panorámicas hacia el río desde la acera que bordea la muralla. En ella surge un prismático y solitario pilar de granito, carente de valor artístico alguno, con dos argollas metálicas encastradas en su ser y sin ninguna referencia que justifique su presencia. El origen de la pieza se remonta a 1892,año en que se inauguró frente ella un flamante matadero municipal que, a su vez, daba continuidad a la misma función que se mantenía en este paraje desde siglos atrás.

En el Toledo medieval, los «rastros» para efectuar la matanza de todo tipo de reses estuvieron en los parajes perimetrales del recinto amurallado, pues tan molesta, pero necesaria actividad pública, exigía el paso habitual de animales, generando molestias, olores y la acumulación de despojos. En sus patios o corrales se efectuaba el sangrado y desollado del ganado, llevándose luego las piezas a las «tablas» de las Carnicerías Mayores, de Santiago, Santo Tomé u otros puntos de la ciudad. Hasta finales del XV, dentro la judería, en una zona asomada al Tajo sobre el puente de San Martín, se documenta un degolladero donde se sacrificaba el ganado conforme al ritual hebreo.

Tras el decreto de expulsión de los judíos (1492) esta función continuó aquí, llamándose en 1576 el Rastro Nuevo que, años después, se trasladaría junto al convento de frailes agustinos calzados sobre la muralla que domina el baño de la Cava. Y es que el lugar reunía evidentes ventajas como la ventilación y la proximidad al puente de San Martín por donde accedían los ganados procedentes de los Montes para el abasto de la ciudad, algo que así certifica el doctor Pisa en 1605. Su uso se mantuvo hasta comienzos del ochocientos.

Desde 1653 consta otro rastro en los terraplenes del paseo de Cabestreros, bajo el Corralillo de San Miguel, siendo conocido como la Casa de Vacas. Aquí la actividad rebasó la mitad del siglo XIX en unas condiciones cada vez menos adecuadas. En 1892 fue convertido en almacén del Laboratorio Municipal de Higiene para atender tanto la desinfección de locales públicos como la desparasitación de mendigos y transeúntes indocumentados que eran llevados en momentos de epidemias sobrevenidas.

Entre 1808 y 1812 los daños derivados de «la francesada» arruinaron el Rastro y el cenobio agustino cercanos a la puerta del Cambrón. En 1835 se desamortizó el convento cuyo solar adquirió la ciudad. La necesidad de rehacer ese servicio en algún otro lugar hizo que se pensase instalar un matadero en el la Alhóndiga, bajo el paseo del Miradero, cuyo estado también era deplorable. En 1887, el Ayuntamiento se inclinó por volver al antiguo paraje de las Vistillas de San Agustín, encargando un proyecto de nueva planta al arquitecto municipal Juan García Ramírez. Las instalaciones fueron inauguradas el 3 de abril de 1892, siendo alcalde Lorenzo Navas, sacrificándose aquel día, como parte del acto, 30 corderos, dos carneros, tres terneros y dos reses vacunas.

Al planificar el matadero, el arquitecto situó la entrada ante la ronda que discurre paralela a las murallas. Al lado derecho de la verja de acceso trazó un paso exclusivo para que, sin interferir otras tareas del matadero, las recuas de animales conducidas hasta allí por pastores o ganaderos, circulase por un callejón interior hasta los corrales posteriores en espera de iniciarse la fase de su sacrificio. Previa a la entrada del ganado al edificio que llegaba andando desde el puente de San Martín, era preciso hacer una tarea preventiva para evitar la dispersión de los rebaños y garantizar la seguridad pública, en especial cuando se conducían reses vacunas. Dicha tarea consistía en cortar el paso de personas, carros o vehículos con unos tablones que atravesaban la ronda de Recaredo, de una acera a otra, en tanto pasaba el ganado al callejón interior del matadero. Aquellos tablones disponían de ganchos que se encajaban en las argollas de dos pilares de piedra dispuestos en ambas márgenes del camino, siendo uno de ellos el que aún permanece enhiesto asomado al río; el otro pervive recostado en el suelo, como si fuese un pétreo banco, allí encallado, dispuesto para descanso de transeúntes

A modo de anexo cabe añadir que, en 1912 el matadero toledano recibió un diploma en la Esposizione Internacionale DŽHigiene Sociale de Roma que fue colocado en lugar visible como muestra de orgullo. En 1984, tras una manifiesta caducidad de las instalaciones, la actividad se llevó el Polígono Industrial. Las antiguas naves, salas y patios de trabajo se adecuaron, según un interesante proyecto de los arquitectos José M Ábalos Vázquez y Fernando Pastor Seco, para los usos docentes que hoy se agrupan bajo en nombre de Instituto de Educación Secundaria Sefarad.


Textos: Rafael del Cerro Malagón


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